Begoña Caamaño

“[...] Lo lo que sí rechazaba con feroz virulencia era esa ley de los hombres que imponía la fidelidad a las mujeres como una condena, mientras los hombres se reservaban para sí el derecho a tomar y gozar de cuantos cuerpos y lechos les apeteciesen. [...] Había visto los efectos desbastadores que esa desigualdad había causado en muchas mujeres; cómo enloquecían de celos al ver que el hombre amado se perdía en las humedades de otros cuerpos; cómo agonizaban de soledad, en las noches en que el ardor de su cuerpo no hallaba descanso ni consuelo, ya que su marido hacía tiempo que se había cansado de ellas y buscaba el placer de otros cuerpos; cómo se consumían de amor y de deseo por un hombre al que amaban y les había sido negado, mientras que tenían que someterse a las manos y a las babas lujuriosas de un marido que les había sido impuesto y que en muchos casos aborrecían en silencio, sintiendo como sus cuerpos se marchitaban sin llegar a saber nunca lo que era el placer de acostarse con el ser elegido...”
― Begoña Caamaño, Circe ou o pracer do azul