Manuel acuchilla a un policía antidisturbios que quería pegarle. Huye. Se esconde en una aldea abandonada. Sobrevive de libros Austral, vegetales de los alrededores, una pequeña compra en el Lidl que le envía su tío. Y se da cuenta de que cuanto menos tiene, menos necesita. Un thriller estático, una versión de Robinson Crusoe ambientada en la España vacía, una redefinición del concepto "austeridad". Una historia que nos hace plantearnos si los únicos sanos son los que saben que esta sociedad está enferma. Santiago Lorenzo ha escrito su novela más rabiosamente política, lírica y hermosa.
El argumento es bueno (en general y en algunos detalles concretos), y la idea narrativa está más o menos trabajada. La novela brilla especialmente en las reflexiones y las descripciones de la soledad del protagonista. Lo malo es que esa parte dura solo unos pocos capítulos. Pero en general no recomendaría el libro por un motivo obvio: su lenguaje. No es que esté mal escrito, es que utiliza un lenguaje ridículo y rimbombante. A mí me da vergüenza ajena, no sé cómo a los demás no les ocurre. Es absurdamente rebuscado. Resulta irritante, por momentos insoportable. Muchas de las palabras ni existen ni están en uso, y otras las usa de una manera que no tiene sentido. En general, la novela habría ganado mucho sin esa permanente necesidad de hacer piruetas verbales que no conducen a ningún sitio: ni tienen gracia, ni son memorables, ni aportan algo a la historia. Y luego, el tramo en el que se dedica a describir e insultar a los “mochufas” (sic), es decir, a los asquerosos, además de que se hace excesivamente largo y repetitivo, tiene un trasfondo clasista o elitista, de superioridad cultural, que no me ha gustado un pelo. Y si pretendía que tuvieran gracia todos esos apelativos (la mitad inventados), conmigo no lo ha logrado. Uno tiene la impresión de que toda la novela ha sido una excusa para poder colar esa serie de adjetivos calificativos que previamente habría recopilado (del mismo modo que Ferlosio reconoció que había escrito El Jarama para colar ciertas expresiones y frases hechas que le gustaban). Y eso no es motivo suficiente porque simplemente no funcionan.
De pequeño me obsesionaba ‘El lago azul’. Esa película no solo me creó uno de mis mayores y más tempranos arquetipos eróticos, sino que me fascinaba y perturbaba a partes iguales. La escena que me parecía más inquietante era casi al final cuando, después de llevar la parejita protagonista bastantes años esperando a ser salvados, están jugando con su bebé en la orilla y a lo lejos aparece un barco que podría rescatarlos, pero ellos se mantienen tiznados de la arenas volcánica con la que jugaban para así parecer nativos de la región y que los rescatadores pasaran de largo y no volviesen a molestarles. Ya tenían todo lo que necesitaba, ahora su vida era esa. Eran ermitaños en mitad del Pacífico.
Pues esa escena se me ha venido constantemente a la mente mientras disfrutaba de esta auténtica maravilla de libro en el que un joven, bastante desgraciado, acaba refugiándose de la ley en un pueblo abandonado del interior de España y es ahí donde, contra todo pronóstico, deja de ser un desgraciado.
Poco puedo añadir yo a lo mucho que se ha escrito y dicho de esta novela que se convirtió en una de las novedades literarias más populares y aclamadas del año pasado. Solo me gustaría afirmar que todos los que hablan maravillas de ella lo hacen con justicia. Y solo me gustaría recalcar que lo que este autor hace con nuestro idioma está a un nivel que he visto muy pocas veces en nuestra literatura (eso sí, siento una pena enorme por quien tenga que traducir su obra a otros idiomas porque no me explico yo cómo se pueden decir en otro idioma un millón de las cosas que aquí se dicen).
Pensé que este sería uno de esos libros en los que hay una gran batalla entre el ser humano y la naturaleza. Pero la batalla es del ser humano contra el ser humano. Y es una batalla en la que todos tenemos pocas papeletas de estar en el bando de los buenos y muchas de pertenecer al bando de los asquerosos. Un diez.
Cuando se junta talento y oficio, la cosa se pone buena. Este libro es una maravilla. Furiosamente original, bien escrito, haciendo preguntas de verdad, con humor y como mirando al otro lado. El concepto de la “normalidad” puesta en duda. El equivalente a Thoreau en Walden, Lorenzo hace una novela sobre la soledad, la independencia, la sociedad, la violencia, la curiosidad. Manuel es un personaje increíble. Me encantó.
Los asquerosos (2018), de Santiago Lorenzo (1964-), es una curiosa novela con un tema obvio: la soledad y el aislamiento voluntario. Si bien en el comienzo de la obra el protagonista se ve obligado a este aislamiento, según se va desarrollando el argumento podemos observar que su determinación de vivir en soledad es absoluta.
No se trata de motivos religiosos o ideológicos, como los clásicos ermitaños a los que estamos más acostumbrados, se trata de un paulatino convencimiento de rechazo a la sociedad de hoy en día, a su consumismo desmedido y a las personas (la mayoría) que viven este modo de vida como algo normal.
He disfrutado con la novela a pesar de que la prosa de Santiago Lorenzo me ha resultado a veces poco fluida al recurrir (en mi opinión, demasiado a menudo) a rebuscados vocablos y giros en pos de una hilaridad que prefiero sea conseguida de una forma más natural.
De todos modos, la he leído con gusto por la sencillez del argumento, sus agradables y divertidos razonamientos, su inevitable final y, sobre todo, porque, dentro de su aparente ingenuidad, subyace una crítica mordaz a la sociedad urbana actual de consumo y de superficialidad.
Libro leído, que ya es bastante. Ahora, a comentar mis impresiones....
Ante un nuevo libro y más si no conoces al autor, una, curiosea la sinopsis, mira la portada, se fija en la valoración, se plantea o mejor dicho se hace una semicomposición de lugar con lo que tal vez encuentre en un libro, ... deseando encontrar una lectura que le sorprenda y la disfrute. En esta ocasión digamos que solo se ha cumplido parte de la primera premisa.
El libro "arranca" como cualquier libro: una presentación y una historia que contar, la de Manuel, a través de su tío, el narrador de esta historia. A las pocas páginas ves como el autor ya empieza introduciendo algunas palabras de uso no muy habitual, -¡no pasa nada!, aprenderemos o repasaremos esos términos- para continuar juntando acepciones no usuales y acabar creando su propio lenguaje con vocablos inventados transformando y deformando las palabras. "Toda una petulantez prodigada de designorado lexicón anecesario", para transmitir una idea. ¡Con lo fácil que es decir: todo un derroche de vocabulario innecesario!
Te perdiste la clase de lo simple es bello. Con tus palabras no me has reforzado la imagen y la transformación de Manuel, aunque tal vez sí que era tu intención jugar con ese contraste entre la vida cada vez más sencilla, de mínimos, de subsistencia, ... Por cada capa que perdía Manuel tú jugabas a retorcer más el lenguaje jugando entre el ascetismo de Manuel y el abandono material, "corporal" y social de Manuel. Pero en mi caso, no era necesario, no me ha convencido y menos aún pasar al otro escalón: el uso de un lenguaje despectivo cuando habla de los vecinos. Fuerte contraste entre la sociedad, la vida en común, la familia y las relaciones sociales y un ser asocial. Todos hemos deseado en algún momento el silencio y la paz, refugiarnos en nosotros mismos, ... pero ¿realmente era necesario ese desprecio y ese lenguaje? Yo creo que no.
Para terminar, retomamos un lenguaje más sencillo. Vamos a hablar de lo que ocurrió realmente en aquel desafortunado suceso que obligó a Manuel a huir -cosa que imaginé-, vamos a contar como cree el autor que hemos interpretado a Manuel y a intentar justificarlo, .... ¡NO!. Después de leer el libro ya tengo mi propia opinión de Manuel, del autor, incluso he terminado de formarme la imagen del tío con tu apunte sobre la relación con su hijo. Otro ser asocial, que aunque se preocupe y sea consciente de las reglas del juego en esta sociedad, en gran parte envidia esa libertad que ha tenido Manuel. Pero no se cuestiona que Manuel es un delincuente -sin entrar en el acontecimiento previo- es un ocupa que ha ido a más cuando allana la casa del vecino, es un ser egoísta que ni es capaz de despedirse y que al final ha decidido vivir al margen de la sociedad.
Ni siquiera ha conseguido convencerme la crítica social, las formas o las "desformas" han podido conmigo.
Con un libro ya he tenido bastante. No es mi estilo. No creo que vuelva a leer ningún libro de este autor. Lo he terminado por formar parte de una lectura conjunta.
En esta novela hay sólo dos personajes: Manuel y su tío político, el narrador de la historia. El resto son los Asquerosos. A ellos enseguida los amaréis. Os preocuparéis por lo que pueda pasarles e identificaréis mucho de su mundo interior en vosotros. Y será así porque la naturaleza insociable de ambos, tan creíble como alejada de lo políticamente correcto, se convierte en el vehículo perfecto para señalar todo lo que detestamos de la comunidad a la que nos tocó pertenecer, del capitalismo desatado, y del comportamiento estúpido y egoísta de la mayoría. Un comportamiento del que, en mayor o menor grado, todos participamos.
Manuel es un joven inteligente, inquieto e independiente. Anhela sentirse integrado en la sociedad pero, por algún extraño motivo, no es capaz de conseguirlo. Se siente maltratado por todos los que le rodean y la ciudad de Madrid, el único hábitat que conoce, le parece el lugar ideal. Así que ahí es donde, ayudado por la fuerza que le concede su destornillador-talismán, intenta construirse una buena vida. Pero todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos: una tarde, un policía antidisturbios arremete contra él confundiéndole con un manifestante. La violencia con la que es atacado le obliga a defenderse, y a cambiar el rumbo de su existencia. Su tío político, el narrador de la historia, será la única persona con la que podrá contar.
Con un manejo prodigioso del lenguaje, combinando cultismos con lo chulesco, términos olvidados con otros inventados, y sobriedad con ironía, Santiago Lorenzo nos hace amar a dos hombres. Uno que nos muestra lo estúpido de nuestro modo de vida y otro que, siendo consciente de que su tren ya partió, nos inspira lástima al verle intentar aliviar su soledad a través del periplo vital de su protegido. Pero, además, el autor nos sacude violentamente mostrándonos que todo es una gran mentira. Que la felicidad está en otro sitio, que la única riqueza es la posibilidad de disponer de tu propio tiempo y de tu propia vida, que las necesidades que tenemos no tienen nada que ver con las que nos crean, y que incluso tu verdugo puede ser tu salvador.
Hay seres insalvables que llevan consigo el absurdo de la civilización allá donde van. Ellos, como punta de lanza de esa sociedad que nos roba cada minuto y nos hace olvidar lo esencial, han de ser tratados como un agente infeccioso. La resistencia y la venganza de Manuel es la nuestra, la de la parte no contaminada que queda en nosotros.
Tras leer esta novela, lo único coherente que podremos hacer es guardar un destornillador en nuestro bolsillo, y partir hacia el lugar donde podamos ser quien debíamos haber sido.
📝Una forma de escribir original,sincera,divertida,entretenida,reflexiva .
💚Parte de la premisa de como el protagonista abandona la civilización huyendo de un “ supuesto”crimen contra un antidisturbios con un destornillador.Un comienzo propio de una película .
💚Así llega al pueblo abandonado de Zarzahuriel y nos da una lección magistral de vida,sobre el consumismo y como llenamos armarios y cajones y no vivimos.
📌”Se sometía periódicamente a ese test de tranquilidad/felicidad que ,en cinco etapas ,consiste en preguntarse dónde te gustaría estar ahora(1) y haciendo qué (2).Y qué obstáculos te impiden estar allí haciéndolo (3),para ver de eliminarlos(4) y entregarte a lo apetecido (5)”.
💚Una novela donde la soledad es una elección y la felicidad necesita de poco más que un techo y alimentos.
💚Con un final redondo y consecuente con la historia que se nos cuenta.
💚Un léxico excelente,tanto como el sentido del humor,me he encontrado de imprevisto entre reflexiones riéndome a carcajadas .Un libro especial y diferente.
Un libro que en sólo 170 páginas me ha hecho reflexionar, reír y también emocionarme a ratos, ¿qué más se puede pedir?
Estas son algunas de las razones por las que me ha encantado:
1. Está muy bien escrito. No todos los días encuentro autores que realmente dominen la lengua castellana como lo hace Santiago Lorenzo. Se sirve de todos los recursos: coloquialismos, hipercultismos, metáforas, frases hechas, palabras inventadas, juegos de palabras…con el consiguiente peligro de desbordar al lector y hacer que la lectura sea una carrera de obstáculos. Pues resulta que no, que todo encaja y cumple su función para hacer avanzar la historia. Para mí nada sobra y además hace que la lectura sea como una caja de sorpresas lingüísticas, todo un placer.
2. La historia es original. Manuel, el protagonista, es un Walden canalla, un Robinson Crusoe vocacional, que ha tenido que refugiarse en un pueblo abandonado para huir de la justicia. Pero a través de él vivimos en la naturaleza, en la soledad, y nos gusta. Todos los detalles de la trama están muy bien ligados y la hacen creíble. Hay buenos giros de guión y el final, para mí, es perfecto.
3. La voz del narrador. También me ha parecido un recurso acertado que el narrador sea otra persona, el tío de Manuel que vive en Madrid y sólo se comunica con él por teléfono. Sin embargo, nos transmite la peripecia de Manuel en el pueblo abandonado con toda fidelidad. Creo que esta conexión entre el tío y el sobrino es emocionante, son dos personas solitarias que se han encontrado y se comprenden perfectamente.
4. La crítica social. Más que crítica es disección; Santiago Lorenzo no deja títere con cabeza. Repasa los empleos basura, el panorama laboral y habitacional desesperante, los pueblos de la España vaciada, el consumismo, las familias convencionales, los domingueros... Desde la misantropía más asocial, pero con un humor implacable que me ha hecho reír y que más que una queja es una constatación del absurdo. Me gusta el tono de la historia porque es como Manuel, no se autocompadece, simplemente analiza la realidad y trata de sobrevivir.
En conjunto una obra redonda y original, aunque seguramente no guste a todo el mundo, empezando por el título, que parece que echa un poco para atrás
Empecé a publicar pequeñas críticas de los libros que leo por una cuestión práctica: mi galopante alzheimer y senectud. Es decir que, al pasar el tiempo, corro el peligro de olvidar si he leído un libro o no (sobre todo si no me ha llamado la atención) y podría cometer el error de volver a retomarlo sin darme cuenta. Y aún peor, hasta podría ser que no recordará si me gustó o no, o de qué diablos iba. Así que los apunto todos aquí con una breve nota. Por si acaso. Con esto quiero decir que mis críticas no son malintencionadas. Es una cuestión práctica, profesional, totalmente aséptica. Pienso que todo libro tiene su valor. Y su público. Creo que cuanto más se lea, mejor —aunque para mí sea malo—, y, ¡qué hostias!, que todo el mundo tiene derecho a ganarse la vida. Así que cuanto más libro se venda y más libro se lea, mejor para todos: para el autor, para la editorial, para las librerías, para la cultura en general de este ignorante país y para mí también. Dicho lo cual abordo la crítica, para que no se me olvide: Este libro es un verdadero coñazo. Todo lo que pasa pasa en las 10 primeras páginas, el resto son diatribas, repeticiones floridas de insultos y frases rebuscadas sin ningún tipo de interés, al menos para mí, y encima con un par de personajes exagerados y muy poco creíbles, a los cuales se pretende dar la apariencia de gente normal, la gente de la calle que nos encontramos por aquí y por allá, lo cual me hace pensar que el autor no va mucho por aquí o por allá, o ha querido hacer esta especie de historia de la sociedad de hoy en día para que la gente esa que lee sólo un libro o dos al año diga que esta novela es lo más flipante que se ha publicado este año. Ni que decir tiene que me resultó imposible acabarlo. De verdad que a veces no entiendo por qué se vende tanto un libro ni por qué lo alaba todo el mundo como si fuera el no va más. Y mira que lo intento, aunque voy a dejar de hacerlo. Cada vez que vea una solapilla con eso de "El libro más vendido del año. Lo abalan 50.000 lectores. Una maravilla, la revelación del mundo literario y tal y tal y tal", prometo salir echando hostias de la librería cual soghoth aterrorizado. Lo juro. Lo juro. Lo juro.
Lo comparan en Vanity Fair con Walden y me reafirmo, una vez más, en qué feo queda todo cuando lo toca el Gran Dinero y en qué pequeño se empeñan en hacer un mundo tan grande. En realidad es una joya, el libro sagrado de una religión que no implica culto y que explica, con lengua afilada y vivaracha, los gritos de tus vecinos, mis vecinos, a través del tabique, y cuál es una de las salidas posibles a la falta de connivencia en la convivencia impuesta en esta sociedad distópica emanada de las cabezas de Ortega y Pacheco.
Hace un mes estuve en la Isla de Pascua y sentí cosas muy similares a las de Manuel; el viernes estuve en una celebración de cumpleaños con Ven a cenar conmigo de Cuatro emitiéndose de fondo y volví a sentirlo con más fuerza; ojalá llegue pronto el tercer strike y me convenza de mandar todo lo superfluo al carajo.
Hay autores que construyen universos literarios propios, pero Santiago Lorenzo lo que ha ido creando con sus libros es una forma tremendamente sincera y ácida y desternillante de ver el mundo más mundano, utilizando para ello a personajes que de una manera u otra están en los márgenes de la sociedad. En Los asquerosos parte de eso, ahonda en ello jugando con las palabras como solo él sabe, pero mientras hace esa disección de la gente, mientras desgrana sus apreciaciones sobre lo asquerosos que somos y la moñez de sociedad a la que vamos, esta historia tiene mucho más de liberador que las otras. Aparte de hacerte reír y saborear las palabras, te deja con una inquietud, la de querer ser más Manuel y menos mochufa.
En la faja que acompaña la cuarta edición de Los asquerosos (tan prescindible comparada con aquella tan chula que ceñía Los millones) hay una frase de Manuel Jabois que me ha dado bastante que pensar: "Está dentro todo lo bueno de Santiago Lorenzo. Y todo lo malo, que es aún mejor". Al final, esa ha acabado siendo también, más o menos, mi impresión sobre este libro.
Me gusta mucho Santiago Lorenzo, me gusta una barbaridad lo que cuenta y cómo lo cuenta. Los millones está entre mis libros favoritísimos de todos los tiempos, y he disfrutado un montón con Los huerfanitos y Las ganas. Le puse cinco estrellazas a esa hermosura de libro que es Nueve chismes (¡Viva Autsaider Cómics!). Pero con Los asquerosos,por primera vez, he sentido algo parecido al empacho. No me voy a apresurar a culpar a Santiago Lorenzo. Sé que los libros caen mejor o peor dependiendo de la disposición con que te pillen, y sé también que cuando me pirra lo que hace alguien, llego antes o después a sentir un puntito de hartazgo. Me pasó con Cortázar. Me pasó con Thomas Bernhard. Ahora parece el momento de que me suceda con Santiago Lorenzo.
La historia es magnífica; su final, perfecto. Es en su punto medio, con la descripción verbalmente desatada y algo reiterativa de las beatitudes zarzahuerielenses, donde me parece que se atasca un poco Santiago Lorenzo. Se nota en este punto que está disfrutando como un enano con el tema y con las piruetas linguísticas que enlaza de tres en tres. Lo que sucede es que quizás el lector no participa en la misma medida, no durante tanto rato, de ese flipe (hablo por mí, habrá quien se haya chupado los dedos), y se queda un poco a la espera de que pase de una vez a lo siguiente. Que uno ya sabe que lo siguiente es la "mochufa", si no ya por la promoción del libro, porque ya se sabe que los paraísos están para ser mancillados cuanto antes mejor.
Todo esto lo digo con el mismo sentimiento de culpabilidad que cuando un amigo del alma, entre cañas y risas, se explaya sobre un tema muy de su gusto, y no puedes evitar pensar "Joder, qué pesadito se está poniendo este con el tema". Pero, precisamente, a los amigos los quieres no solo por lo bueno, sino por lo que tienen de fallidos y humanos, y por eso pienso, como Jabois, que a Santiago Lorenzo hay que quererlo siempre, por muy pesadito que se pueda poner. Porque hasta cuando da la brasa es un placer aguantarlo.
Al 65% leído, lo dejo, porque no puedo soportar la vergüenza ajena que me da lo que estoy leyendo. La primera mitad me ha gustado bastante, exceptuando el lenguaje rebuscado y rimbombante del autor. La historia es buena en sí misma. Pero he llegado a un punto que no puedo soportar esa crítica descarnada y asocial hacia las personas que se van un fin de semana al campo con su familia, padres e hijos, a disfrutar todos juntos. Es increíble la cantidad de improperios e insultos a estas personas. Con ese lenguaje rimbombante y estúpido. Es que no me puedo creer la falta de respeto de este señor que ha escrito esta novela. En fin, a otra cosa.
A ver... Es una lista de la compra bastante extensa. Una descripción con poca acción. Lo divertido, si lo hay, está en la última parte y tampoco para tirar cohetes. Eso sí, si lo lees que sea con un diccionario a mano y aprenderás bastantes palabras y adjetivos que no has oído en tu vida. Mucha estrella le he colocado yo para luego escribir esta reseña... Lo siento, no entiendo tanto alboroto con este libro.
De entrada parece una novela con una premisa interesante. Pero a las pocas páginas sales del error, y no particularmente por el argumento. El estilo del narrador, una mezcla de cultismos, neologismos, habla de la posguerra civil y coloquialismos de los últimos 30 años, es inverosímil, cenagoso y, en fin, aburrido. No se le puede negar originalidad al autor en su elaboración, pero en mi caso tampoco se le puede conceder interés ni éxito. El lastre de la forma no se ve subsanado por la historia durante buena parte del libro. Una vez planteado el argumento con cierto atractivo, el desarrollo se vuelve tedioso y solo deseas que acabe de una vez. En la segunda parte, donde surge el bastante clasista mensaje alegórico de la obra, el argumento recobra algo de interés, probablemente por la comparación con el páramo que le precede. Una cincuentena de páginas menos no le hubiera venido nada mal.
El narrador, que no es otro que el tío político de Manuel, nos cuenta cómo su sobrino intenta sentirse integrado en la sociedad pero por algún extraño motivo no es capaz de conseguirlo. Se siente maltratado y ultrajado por todos los que le rodean "Los asquerosos". Aunque todo cambiará en un santiamén en un portal de la Calle Montera en Madrid cuando es atacado ferozmente por un policía y Manuel se defiende con su destornillador-talisman, que es lo único que tiene a mano. A partir de entonces cambiara radicalmente su existencia.
El libro de Santiago Lorenzo tiene muchos benefactores y suficientes retractores también.Cuando esto pasa es que algo estas haciendo bien. Como decía Salvador Dalí, "Que hablen bien o mal, lo importante es que hablen de mí ".
El autor tiene una escritura enrevesada a más no poder, mezclando cultismos, neologismos y llegando a rozar lo petulante. De hecho alguna frases las he tenido que leer un par de veces para entenderlas. Cuesta un poco acomodarse a su escritura pero una vez que lo haces se agradece esa personalidad propia que le da.
Nos hace pensar en el ritmo de vida acelerado que llevamos, en la España vacía que tanto se habla de ella últimamente y en que muchas ocasiones menos es más.
A mí sí me ha gustado bastante y si es cierto que en algunos tramos se me hizo algo lento y repetitivo, pero en líneas generales muy original, interesante y divertido incluso.
Posiblemente Manuel pensaría que yo también soy un asqueroso y que me parezco a cualquiera de la familia Mochufa. Aun así os recomiendo esta lectura llena de crítica y toques de humor.
O sea, empezar empieza bien: Chaval que por X motivo tiene que abandonar la civilización y acaba en un pueblo perdido y abandonado en medio de la nada. La primera mitad te la pasas pensando que la novela trata de la vuelta a la vida rural, de convertirse en un libro al estilo del Walden de Thoreau o algo así... pero no.
En realidad no trata más que del "pues no se está tan mal desconectado de todo y de todos y lo prefiero porque el mundo y la gente que lo pobla me da grima" de toda la vida. Sin más.
Hay un intento de humor (a mí no me pilla, lo admito) y hay una forma de narrar que se te puede hacer densa o innecesariamente rebuscada. Yo, personalmente, opto por lo segundo. Pero bueno, que por supuesto mal escrito no está y tampoco se hace bola ni nada.
Me ha gustado muchísimo. No sé por qué, en el último mes, varias personas diferentes me habían hablado de este libro, casi todos bien, y ya no me pude resistir más. Es una novela corta en la que lo más destacado, sin duda, es el lenguaje, el estilo del autor. A mí me ha fascinado, pero podría entender que a otras personas se le atravesara o le complicara la lectura. La historia que se cuenta, llena de humor negro, ironía y crítica social, me mantuvo atrapada a las páginas hasta que lo acabé en solo dos noches. Incluso el final me emocionó un poco, que era algo que no esperaba. Recomendado no, recomendadísimo.
El argumento me parecía interesante. Pero no puedo con la prosa. Me supera. Me carga. Y me aburro. La historia avanza con soltura a un ritmo bastante fluido. En realidad, la sinopsis nos destripa gran parte de la trama. Pero el desarrollo de la misma tiene poca gracia. Me esperaba una crítica sublime. Su lectura solo me provoca hastío.
"Wir alle sind potenzielle Widerlinge... Allerdings wäre er der eine Widerling, dessen Widerlinglichkeit niemand ertragen müsste."
Es ist 2015 in Spanien. Der Außenseiter Manuel verteidigt sich gegen einen Polizisten und verletzt diesen dabei. Er flieht in die Einsamkeit eines zunächst verlassenen Dorfes und wird zum asketischen Eremiten. Erzählt wird seine Geschichte von Manuels Onkel. Dieser ist via Telefon seine einzige Verbindung zur Außenwelt.
Santiago Lorenzo hat eine seltsame Geschichte über die "Verkapselung" eines Menschen und die Wut auf unsere Konsumwelt geschrieben. Die Seltsamkeit entsteht vor allem durch die Sprache. Es werden gerne Vokabeln, die im allgemeinen Sprachgebrauch eher seltener genutzt werden wie z.B. Klandestinität oder Interdependenz eingesetzt. In den meisten Fällen funktioniert die anfangs gewöhnungsbedürftige Sprache und führt zu einem originellen Text. Gelegentlich sind die Formulierungen aber auch bemüht und wenig hilfreich für den Lesefluss. Dafür einen Stern Abzug für einen insgesamt auf seltsame Art unterhaltsamen Roman.
"Los asquerosos" es uno de esos libros en los que hay que aceptar el juego, porque si no, te va a cargar enseguida. E incluso, leo sorprendido, puede que te ofenda (supongo que por indeseada autoidentificación). Está escrito con un estilo deliberadamente rebuscado, socarrón, como con retranca, que a veces harta y a veces provoca carcajadas, pero que potencia la crítica que lleva implícita la trama, dirigida a exponer las vergüenzas del urbanita, o más ampliamente, del ciudadano actual. El tono en la voz del narrador, que deambula entre Emilio Bueso y Francisco de Quevedo (salvando los abismos), agudiza la visión repulsiva que producen en el protagonista las costumbres, usos y formas de ser del ciudadano del siglo XXI. Todo ello remarcado por su presencia en un pueblo de la España vacía (odio el puntillismo chic de vaciada) en el que los vicios tecnológicos y las manías actuales se ven muy fuera de lugar. Todo es criticable y a todo se le puede sacar punta, y a eso juega Santiago Lorenzo en muchos momentos de esta novela, pero lo hace con un, me parece a mí, evidente ánimo de burla cabrona al que hay que sumarse. Dicho esto, el final del libro logra, sin embargo, provocar la emoción y trasladar el ánima crítica hacia el discurso de la soledad, recordando al lector que en esta historia hay un doble juego, y que si bien lo más llamativo es la crítica a la superficialidad actual que tan bien encarna "La Mochufa", también fluye un discurso subterráneo igual de importante sobre la indefensión social y la soledad del individuo. "Los asquerosos", que por su trama podríamos definir como el reverso socarrón del clásico "La lluvia amarilla", de Julio Llamazares, es un libro con excesos estilísticos y redundante a ratos, pero tan certero en su aspecto crítico como ameno en la peripecia.
Este libro no hay por donde cogerlo, así sin paliativos. Añadir adjetivos al tun tún o frases subordinadas como recursos estilístico es algo tan pobre y burdo que no tiene sentido.
Os dejo un párrafo para que juzgueis por vosotros mismos:
"Era de curiosidad excitable. En la tesitura imaginaria de que un tribunal avieso le hubiera sentenciado a morir fusilado, Manuel se habría llevado el consiguiente disgusto, no diré que no. Pero un vertebrado como este, por otro lado, sí se habría sentido positivamente estimulado ante la expectativa de comparecer ante una experiencia incontrovertiblemente novedosa, y cuyas ocasiones de probar no son abundantes.
Un libro diferente, original, extraño, a ratos cargante, a ratos divertido... Entiendo que haya gente a la que no le guste, porque no es una lectura "cómoda". Es un libro que te exige como lector, pero merece la pena el esfuerzo.
Empecé el libro sin muchas expectativas y encontré una novela muy diferente a todo lo que he leído, el personaje principal es un hermitaño antisocial sin embargo lo sorprendente es que logras conectar con él y realmente ver con sus ojos un mundo donde realmente se puede ser feliz con solo lo elemental de la naturaleza y lo más importante con uno mismo.
Un libro que comence por curiosidad dado que el titulo me causaba mucha intriga. Me gusto mucho. ¿Que pasa si un dia una persona comun, que vive cumpliendo reglas, siendo alguien que esta pero es lo mismo que este, desaparece?
Manuel es un joven de Madrid que tiene dificultades en el trato social y para lograr un trabajo adecuado. El disparador de esta historia ocurre cuando, en medio de la disolución de una manifestación en la que él no tenía nada que ver, Manuel agrede a un policía en su propio portal, bajo la mirada atenta de la cámara. Siendo muy cuidadoso y teniendo como único confidente a su tío, Manuel decide huir lejos de la capital, tan lejos que llega a un pueblo totalmente abandonado de la España vacía. Y aquí comienza la gran virtud de esta historia.
Esta novela constituye un acierto rotundo en su planteamiento al sacar mucho partido de una situación aparentemente aburrida como puede ser la vida en un pueblo vacío. Manuel convierte su vida en la casa rural en algo apasionante para él, comienza a sentirse realmente vivo, a la vez que se nos explican los motivos personales que le llevan a ese inesperado descubrimiento de su vida en soledad. Y la idea está tan bien concebida que se desarrolla sin problemas cuando surge el reto, y también en su recta final.
Hay que decir que en todo momento se contempla un fuerte realismo: se detallan todos los aspectos relativos a la supervivencia y a la viabilidad del plan, respondiendo las dudas razonables que un lector iría teniendo a medida que se lee. Este punto está apoyado por un narrador que está realmente a la altura de las preocupaciones que suscita el protagonista. La trama está desarrollada en capítulos muy breves, que ayudan a dar solidez al paso del tiempo.
Especialmente recomendable para aquellos que creen que la originalidad escasea.
Me ha gustado encontrar un autor español capaz de escribir con desenfado y transmitir no obstante la profundidad de la tragedia de este misántropo/eremita (inicialmente por necesidad pero en el fondo por vocación).
La tragedia se presenta sin subrayados evidentes, va calando en nuestra conciencia del personaje conforme le vemos asumir cada vez actitudes más estrafalarias, a la vez que sentimos simpatía por él e incluso por los denostados "asquerosos": el absurdo fluye con naturalidad y por tanto con verdadera eficacia narrativa.
Otra de las cosas que me ha gustado mucho es su peculiar manera de manipular el lenguaje de forma tan personal. Leo en algunas reseñas que esto a mucha gente le ha molestado o parecido pomposo. Nada más lejos para mí que esa impresión, a mí me parece absolutamente fresco y creativo; eso sí, su gama de vocabulario es amplia y no le tiene miedo a las palabras.
He calificado este libro en mis etiquetas como humorístico y aquí estoy hablando de su dimensión trágica. Esta doble vertiente es para mí todo un logro.