Preguntas al personaje

Muchas veces me pregunto exactamente qué es un buen personaje, cómo construirlo, cómo puedo volverlo algo que tenga vida propia y no sea simplemente un títere al que le muevo los hilos. Creo que eso es lo que más disfruto de escribir: buscar. Generarme estrategias para conocer a esos "otros" acerca de los cuales voy a escribir.
Al final, nunca sé si funcionaron del todo, esa es la verdad, porque, en definitiva, ¿qué garantías tengo? La "técnica" sirve hasta ahí. Los personajes van mucho más allá de la técnica. Quiero decir, hace falta mucho más que eso. Crear un personaje inolvidable (el primer libro que leí acerca de construcción de personajes se llamaba precisamente así: "Creando personajes inolvidables" y había sido escrito por Linda Seger) conlleva un montón de preguntas a lo largo de la escritura de una novela. O, cuando menos, me lleva a mí un montón de preguntas. Y, en mi cabeza, son siempre preguntas que le hago directamente al personaje, como si pudiera hablar con él (o ella).
La primera pregunta (tan general que no me lleva a ningún lado) es: ¿quién sos? Es una pregunta un poco inútil porque el personaje no lo sabe. No tiene la menor idea de quién es. Al menos no al arranque. Como tampoco lo sabemos las personas una buena (¿la mayor?) parte de nuestras vidas. Creo que saber quién sos es una de las aventuras más complejas a las que te podés enfrentar y nunca llegás a una respuesta definitiva e inmutable por el resto de los tiempos, tampoco.
Sin embargo, esa pregunta inútil del comienzo permite que arranquemos mi personaje y yo, ya que parte de mi trabajo como escritor es ayudar a mis personajes a descubrir quiénes son (así yo puedo saberlo y escribir acerca de ellos). Ese camino es bastante rectilíneo cuando se trata de mi personaje principal. No me refiero a que de primera sepa bien quién es, sino a que inevitablemente siempre voy siguiendo su camino y eso me permite ir pensando, ir formándome una idea aproximada acerca de un montón de cosas.
Por supuesto, esto no es tan fácil con personajes secundarios (o incluso antagónicos). Claro, el tema es que igual todos ellos son protagonistas de su propia historia y como escritor trato de no olvidarme nunca de eso, de que les tengo que dar los mismos privilegios que le doy a mi personaje principal. Todos tienen derecho a igualdad de derechos y oportunidades. Bueno, de oportunidades quizá no, porque, precisamente, un personaje secundario (y también un antagonista, en realidad) va a tener menos oportunidades que un protagonista.
Pero bueno. Siempre trato de tenerlo en cuenta. Trato de recordar que tengo que dejarlos hablar, pensar, influir; tengo que dejarlos ser sus propios héroes y tengo que dejarlos ser víctimas del mundo también.
Por tanto, al final, con mis personajes principales (y con los demás, aunque con menor nivel de éxito) me focalizo en una pregunta que me trae mejores resultados, que es: ¿quién querés ser?
Al menos, espero, la respuesta me va a mostrar cosas que el personaje no es. Pensando en cosas que mi personaje quisiera ser, llego a cosas que no es. Claro, muchos personajes no tienen idea de qué quieren ser. Ni siquiera saben bien si quieren ser algo. Sin embargo, encontrar cuál es el deseo de mis personajes, no solo aquello que están llevados a hacer en un momento concreto, sé que es algo que me va a llevar a buen lugar porque, bueno, al fin y al cabo, pegado a ¿quién querés ser? viene otra pregunta evidente, que es: ¿por qué querés ser eso?
A partir de ahí, sí podemos empezar a conversar. Porque, mi querido personaje, a partir de ese punto, podemos hurgar en tu pasado (del que no sé nada), en tus relaciones familiares, en tus miedos, en tus recuerdos, en tus dudas, en lo que avergüenza, en tus secretos y en las cosas que fueron los gatillos que dispararon todas esas "formas de ser" que tenés (las ya visibles y las -por ahora- invisibles).
Ahí, mi curiosidad ya lo es todo, porque realmente quiero saberlo todo... y claro, nunca puedo. Porque tampoco, al final, puedo conocer tanto a mis personajes como para asumir que no hay nada más por descubrir.
Pero no hay problema. Puedo conformarme con migajas que vayan quedando y me permitan avanzar. Porque mientras esté en movimiento, como es obvio, sé que voy hacia algún lugar. Incluso si ignoro exactamente cuál es.
Y, cuando estás escribiendo, eso es fundamental después de cada día sentado frente a una pantalla que está en blanco.
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Published on May 07, 2020 15:37
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