SIETE LIBROS PARA EVA: Cap��tulo 4



El viaje de Oseira a Santiago de Compostela fue r��pido, mucho m��s r��pido de lo que suele ser habitual. Pese a los casi noventa kil��metros de distancia y a transcurrir a trav��s de una carretera convencional con tr��fico intenso, Manuel lo complet�� en menos de una hora. De haber sido en otro tiempo, Lina le hubiera reprendido por la excesiva velocidad a la que circulaban, pero hac��a a��os que hab��a aprendido a callarse en esas situaciones. Sergio, por su parte, pensativo y sentado en el asiento trasero, parec��a ajeno a todo lo que ocurr��a a su alrededor.Nada m��s llegar a Santiago, Lina se baj�� apenas se detuvo el veh��culo; Manuel, en cuanto apag�� el motor; y Sergio, en ��ltimo lugar. Los tres se dirigieron a presentarse ante el guardia que custodiaba la entrada del cuartel, como quien inicia una carrera que no sabe cu��ndo ni d��nde acabar��, pero intuye que no ser�� corta. El hombre los recibi�� con seriedad, comprob�� sus identidades y, despu��s de hacer una breve consulta por el tel��fono interno, mand�� permanecer a Sergio en el vest��bulo de entrada, a la vez que conduc��a a Manuel y a Lina hasta el despacho del comandante Sarmiento.Este recibi�� al matrimonio en una sala de decoraci��n austera, aunque bastante amplia, y sentado en un enorme sill��n negro, flanqueado a cada lado por las banderas gallega y espa��ola, y con una gran foto de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I de cabecera.En cuanto ellos tomaron asiento, el hombre comenz�� a hablar con el tono serio de quien se dispone a pronunciar un discurso. Pero muy al contrario, su explicaci��n fue tan breve como carente de contenido. Al menos, del que los reci��n llegados esperaban.���No quiero hacerles perder el tiempo ���dijo���, y siento mucho que hayan tenido que venir hasta aqu��. La expresi��n de Manuel y Lina adquiri�� en este momento un aire de sorpresa, o m��s bien, de cierta esperanza. Pero ��l continu��:���S�� que han ido los compa��eros de Cea a hablar con ustedes y que les han dicho que se presentasen en el cuartel para hablar conmigo, pero he de informarles que, tras interrogar a las compa��eras de su hija y a algunos de sus amigos, por una simple cuesti��n de competencias, este caso lo hemos traspasado a la Polic��a Nacional.La cara de Lina se apag�� nada m��s escuchar la explicaci��n del hombre. La de Manuel, se oscureci��.�����Qu�� es lo que ha ocurrido? ���pregunt�� este.���No se preocupe, la Polic��a les pondr�� al d��a con las averiguaciones que hayan hecho.Al o��r aquella confirmaci��n, el coraz��n de Lina se aceler�� en su pecho de tal manera que hasta le costaba permanecer sentada.���A partir de ahora ���sigui�� el comandante���, nosotros nos limitaremos a servir de apoyo en la zona en donde se encontr�� el coche de su hija. Me he informado de que le han asignado el caso al inspector Montero. Es un investigador experto y ya hemos colaborado en otros casos. Las relaciones son buenas. Acabo de hablar con ��l y los est�� esperando en este momento.Manuel se levant�� tras una breve palabra de agradecimiento, escueta y mal pronunciada, y se dirigi�� a la puerta. Lina continu�� muda y sali�� detr��s, a escasa distancia de su marido y sin acertar siquiera a despedirse.Nada m��s verlos aparecer por el pasillo, Sergio se uni�� a ellos.�����Qu�� os han dicho? ���Tenemos que ir a la Polic��a ���dijo Manuel delante, sin detener el paso.Sergio y Lina lo siguieron. Desde el otro lado, el guardia de la entrada se acerc�� hasta ellos con intenci��n de orientarlos.���La comisar��a no est�� lejos ���dijo���, y si han venido en coche, es mejor que no lo muevan. All�� es posible que no tengan d��nde aparcar. Mientras hablaba, los acompa���� con cortes��a hasta el exterior. Una vez en la calle, continu�� su explicaci��n, acompa����ndose de las manos.���Sigan esta calle trescientos metros y luego tuerzan a la izquierda. Al entrar en ella, ver��n el edificio de la Polic��a a la derecha.Lina y Manuel, con Sergio a su lado, continuaron con su carrera de incierto final siguiendo las sencillas indicaciones del guardia. En efecto, apenas unos minutos m��s tarde, estaban frente a la comisar��a. El polic��a de recepci��n parec��a estar esper��ndolos y abri�� la acristalada puerta tan pronto como la imagen de los tres se hizo visible desde el interior. Como antes hab��a hecho el guardia, comprob�� sus identidades con celeridad, invit�� a Sergio a pasar a una peque��a sala de espera y acompa���� al matrimonio hasta un despacho situado en el centro del largo pasillo que part��a desde el vest��bulo. Su llamada en la puerta apenas fue un leve roce. Tras ella, abri�� de un impulso y, sin soltar el pomo, alarg�� la cabeza hacia su superior:���Los padres ���anunci��.A la entrada del matrimonio, el due��o de aquel despacho se levant�� sobre su sill��n y ofreci�� su mano primero a Lina y despu��s a Manuel, a la vez que los invitaba de manera cort��s a tomar asiento en cada una de las dos sillas colocadas frente a su mesa.En cuanto acabaron de sentarse, el hombre empez�� a hablar sin demora, mir��ndolos con decisi��n a los ojos:���Me llamo Ismael Montero, soy inspector de polic��a y, desde hace un par de horas, estoy al mando de la investigaci��n por la desaparici��n de su hija Eva.El inspector Montero era un hombre de unos sesenta a��os, de carnes escasas y tez morena, que en sus m��s de treinta a��os de servicio se hab��a labrado una merecida fama de investigador eficiente y perspicaz. Cada arruga de su fatigado rostro parec��a esconder alguna batalla ganada en tiempos anteriores, y luc��an en un n��mero tan alto, que costaba trabajo imaginar que en aquella cara hubiese espacio en donde colocar alguna m��s.Manuel y Lina asintieron con la cabeza ante su breve presentaci��n. ��l continu��, aunque ahora dirigi��ndose de manera evidente a Manuel:���Usted, si no me equivoco, es alcalde del Ayuntamiento de Cea.���S��, se��or, de San Cristovo de Cea, es el nombre correcto del Ayuntamiento. En realidad, Cea es la villa, no el Ayuntamiento ���lo corrigi�� Manuel, como si aquel fuese un dato transcendente en la investigaci��n.El polic��a no le prest�� excesiva atenci��n y sigui�� hablando, ya para los dos:���S�� que est��n impacientes por saber qu�� le ha pasado a su hija y c��mo est��n las cosas en este momento, por eso voy a ser muy claro con ustedes ���dijo al tiempo que posaba las palmas de sus manos sobre la mesa���. He de decirles que si cuando apareci�� el coche abandonado, a la Guardia Civil ya les pareci�� que pod��a ser feo el asunto, con el paso de las horas, y siento tener que comunic��rselo, nada nos est�� haciendo cambiar esa impresi��n.�����Pero qu�� se sabe? ���pregunt�� Manuel con decisi��n, cortando la oratoria del hombre.���Ahora mismo, esta es la situaci��n ���le respondi�� el inspector retom��ndola���. Como me imagino que ya estar��n informados, hoy sobre las ocho de la ma��ana se recibi�� una llamada de un vecino de Vedra informando de que hab��a encontrado un coche abandonado cerca del pueblo en circunstancias extra��as. Cuando lleg�� la Guardia Civil, pudo comprobar que, efectivamente, el coche estaba con las puertas abiertas, ligeramente volcado sobre la cuneta y, en el maletero, se encontraba una bolsa de viaje que result�� ser de su hija. Al principio, pensaron que pudiera ser un coche robado y que lo hubiesen dejado all�� tirado. Pero entre alg��n detalle que les hizo desconfiar a ellos y la informaci��n que ustedes le facilitaron a los guardias de Cea, llegaron a la conclusi��n de que pod��a haber algo m��s.�����A qu�� se refiere cuando dice que hay algo m��s? ���interrumpi�� Manuel de nuevo con gran seriedad.El inspector tom�� aire con fuerza, como intentando prepararse para lo que iba a decir.���Ver��, esto siempre resulta dif��cil ���dijo���. El caso es que, con la intenci��n de dar con el paradero de su hija, han ido a interrogar a sus compa��eras de piso y su declaraci��n los ha llevado hasta un piso de chicos, tambi��n en Santiago. El hombre acerc�� hacia s�� un folio con datos garabateados y se coloc�� unas gafas a fin de poder leer lo que en ��l hab��a escrito. El peque��o tama��o de estas facilitaba que, de vez en cuando, alzase la vista por encima de ellas para comprobar que el matrimonio segu��a sus explicaciones.���Por lo que hemos podido indagar hasta ahora ���comenz�� a leer���, Ana y Rebeca, las compa��eras de su hija, salieron ayer por la noche con tres de los integrantes de este piso, Ra��l, Gerardo y Sony. Eva no sali�� y se qued�� a dormir en esa casa con un cuarto integrante, Mario. No s�� si lo conocen.Manuel mir�� hacia Lina con aire interrogatorio.���No ���contest�� esta con timidez. El inspector, tras la breve pausa, continu��:���Al llegar al piso de estos chicos, en la calle Santiago de Chile, han descubierto ropa de su hija en la habitaci��n de Mario, previsiblemente la que ella vest��a el d��a anterior, as�� como restos de sangre tanto en la cama como en el suelo, y en alguna ropa del chico que se encontr�� escondida en el armario. Estos restos de sangre tambi��n se hallaron en el asiento trasero del coche su hija. El hombre se expresaba sin estridencias, con un tono de voz suave e intentando aplicar el mayor tacto posible a las palabras que estaba pronunciando. A pesar de ello, la entereza del matrimonio a la hora de encajarlas empezaba a tambalearse. En cualquier caso, el inspector continu��:���Adem��s, debajo del asiento del conductor, encontramos el tel��fono m��vil de Mario, por lo que la conexi��n es evidente. Barajamos la posibilidad de que se le pudiese caer en alg��n momento. Es un Nokia 3110 como el de Eva, que por cierto, no ha aparecido. Despu��s de estas primeras actuaciones, la Guardia Civil se puso en contacto con nosotros para que nos ocup��ramos del caso y, al instante, nos personamos en el lugar. Como primera medida, hemos cre��do conveniente traer hasta aqu�� tanto a las compa��eras de Eva como a todos los chicos del piso de Mario para tomarles de nuevo declaraci��n. En ello estamos y calculo que todav��a tardaremos alg��n tiempo en acabar. Es probable que todo el d��a, o quiz�� m��s.���Pero, espere ���lo cort�� Lina, que quiz�� pretend��a agarrarse a alguna posibilidad que indicara que el hombre estaba equivocado���. Ana me dijo por tel��fono que Eva se hab��a quedado en casa. Incluso yo o�� c��mo iba hasta la habitaci��n de mi hija para mirar si estaba en ella.El hombre hizo un gesto de complacencia.���Bueno, quiz�� no quisiera confesarle la verdad. Entienda que hay cosas que a los j��venes les cuesta contar a los padres. Es posible que le dijera eso e hiciera un parip�� delante de usted, para que se quedase convencida. Pero le aseguro que sab��a la verdad y a nosotros nos la ha dicho sin mucho esfuerzo.Lina baj�� la cabeza, empujada por un extra��o sentimiento a medio camino entre la verg��enza y la impotencia, y ante la mirada reprobatoria de Manuel, que parec��a querer decirle que aquella pregunta era una p��rdida de tiempo. El hombre prosigui�� su explicaci��n delante de ellos:���En el piso de los chicos viven seis personas en total. Los dos que no he nombrado antes trabajan como guardias de seguridad, y esta ma��ana ya se hab��an marchado del piso cuando nosotros llegamos. Los hemos localizado y estamos a la espera de que vengan para tomarles declaraci��n. Nos han dicho que se presentar��an aqu�� sin falta a lo largo del d��a de hoy. De todos modos, no tenemos muchas esperanzas en que puedan aportar alg��n dato sobre lo que ocurri��. Por lo que hemos podido saber, ayer por la noche estuvieron trabajando y sus compa��eros piensan que ni siquiera pasaron por el piso al rematar su jornada laboral.El matrimonio guardaba silencio delante de ��l. Manuel no daba cr��dito a lo que estaba oyendo y Lina no se sent��a con fuerzas para decir una palabra. Su mirada se hab��a ido perdiendo en la nada desde el mismo momento en que empez�� a escuchar los detalles del caso.   Enfrente de ellos, el inspector oje�� una ��ltima vez sus notas y vio en ellas un punto pendiente. Despu��s del hallazgo del coche y de conocer las primeras investigaciones, nadie en la comisar��a albergaba excesivas esperanzas de encontrar a Eva sana y salva. Incluso, la Guardia Civil hab��a montado un dispositivo especial de b��squeda por los montes cercanos que, desde hac��a m��s de una hora, se afanaba en encontrar el cuerpo de Eva, bien sin vida o malherido. Sin embargo, el hombre mir�� al matrimonio, otra vez al papel, de nuevo al matrimonio y decidi�� no ampliar los detalles del caso. Pens�� que ya habr��a tiempo para dramatismos sin retorno en el supuesto de que se confirmaran las peores sospechas.En consecuencia, apart�� el folio, coloc�� sobre ��l sus gafas y decidi�� suavizar el significado de las palabras que hasta entonces hab��a pronunciado.���De todos modos, lo que les acabo de decir t��menselo como absolutamente provisional. Es posible que todo se quede en una falsa alarma, ya sabe que los chicos hacen muchas tonter��as. Y en noches como la de ayer, mucho m��s. Cabe la posibilidad de que su hija aparezca en cualquier momento, yo que s��, que se separaran, que discutieran o que uno de ellos se marchara sin decir nada. Cualquier hip��tesis est�� abierta en estos momentos.El matrimonio, cada uno a su manera, no parec��a muy convencido de esas posibilidades. El hombre prosigui�� en su intento:���Tampoco se encontr�� una gran cantidad de sangre en ninguno de los dos sitios. En el fondo, puede ser por un corte, o por cualquier otra circunstancia, todav��a no lo sabemos. Y tengan en cuenta que el coche estaba abierto, tambi��n cabe la opci��n de que una tercera persona se haya metido en ��l por la noche. Todos esos detalles no los hemos podido investigar de momento.�����Y el tal Mario ese qu�� dice? ���pregunt�� Manuel con cierto desprecio.���Solo reconoce que pasaron la noche juntos. Dice que se fueron a dormir y que ya no recuerda m��s. Ni si salieron con el coche, ni de qui��n es la sangre, nada. No lo recuerda o no quiere decirlo. Eso ya lo veremos en las pr��ximas horas ���acab�� convencido, con un tono casi desafiante.�����Nos tendr��n informados de lo que averig��en? ���S��, no lo duden. Deben dejarnos una manera de contacto y, ante cualquier novedad que se produzca, les avisaremos de inmediato. Y una ��ltima cosa, es importante que alguno de ustedes est�� en su casa, por si Eva aparece por all��. Sobre todo en las pr��ximas horas, deben estar atentos a esto. Por mis a��os de experiencia, les aseguro que es una posibilidad muy real.���Tenemos que recoger a la hermana de Eva ahora ���explic�� Manuel���. Vive en Bilbao y ha tomado un avi��n. En cuanto llegue, me encargar�� de que haya siempre una persona en casa y otra aqu��. ���Me parece perfecto ���manifest�� el inspector. Tras esto, se puso en pie, dispuesto a dar por finalizada la conversaci��n.���Siento mucho que tengan que pasar por esto ���dijo como colof��n���, y est��n seguros de que les mantendr�� informados de todas las novedades.El matrimonio tambi��n se levant��, en su caso con evidente esfuerzo, como si aquel hombre les hubiese enfundado una pesada mochila a sus espaldas.�����Y si aparece en alg��n momento? ���pregunt�� Manuel cuando ya sal��an del despacho.���Desde luego, esa ser��a la mejor de las opciones ���dijo el inspector con una t��mida sonrisa���. Y le repito que no es en absoluto descabellado pensarlo. Es posible que nos hayamos precipitado valorando el caso. Ya le digo que, llegado el momento, celebrar��amos que as�� fuese.La puerta del despacho se cerr�� con aquellas palabras de esperanza y el matrimonio se encontr�� en el pasillo solo y camino de la cercana salida del edificio. Manuel, incapaz de contenerse, agit�� su cabeza de un lado a otro y se lament�� en voz alta, presa de un enfado evidente:���Madre m��a, la de veces que te he dicho que alg��n d��a iba a pasar algo as��. No s�� por qu�� no controlas m��s con qui��n va tu hija.Lina, a su lado y con la cabeza baja, evit�� responderle.Sergio, sentado en sala de espera, se acerc�� con rapidez hacia ellos al o��r la voz de Manuel.�����Qu�� os han dicho? ��Saben algo? ���pregunt��.���S��, que pas�� la noche con un t��o. Ahora lo est��n interrogando ���contest�� Manuel sin querer dar muchas explicaciones. Muy al contrario, era ��l quien esperaba respuestas del muchacho.���Y t��, ��sabes qui��n es un tal Mario? ���le pregunt�� de manera incisiva.Al instante, Sergio se detuvo y baj�� la cabeza. Manuel se par�� a su lado; Lina, detr��s de este.���Es amigo de ��lex ���dijo���. Mario y los dem��s compa��eros de piso. Tambi��n de Eva, y de Ana y Rebeca. Pero yo solo he estado en su piso un par de veces. La primera, en Semana Santa. ��lex decidi�� celebrar su cumplea��os haciendo una fiesta con ellos, porque no le dejaban en la residencia, y me invit��. Y despu��s de eso, fui un d��a a una cena que organizaron hace poco, pero no he vuelto. ��Por qu�� me preguntas por ��l?��lex, en efecto, era primo de Sergio. Viv��a en el ��Monte da Condesa��, residencia universitaria de reciente creaci��n. Alquilar un piso supon��a mayores gastos y el dinero no sobraba en sus bolsillos, menos a��n en el de sus padres. No era un chico desconocido para Manuel y Lina, dado que manten��a una relaci��n desde hac��a casi seis meses con Sonia, la asistenta.���Porque seg��n la polic��a, Eva pas�� la noche con ��l y creen que le haya podido hacer algo ���sentenci�� Manuel sin miramientos.En ese momento, la cara de Sergio palideci��.�����T�� sab��as que estaban saliendo juntos? ���insisti�� ��l en el mismo tono.La cara del chico palideci�� mucho m��s.���No.�����Y ��lex?Sergio se tom�� un tiempo y volvi�� a bajar la cabeza, pero esta vez dejando ver una dosis extra de des��nimo.���A m�� nunca me dijo nada ���susurr�� de manera lastimosa.�����No estuviste ayer en Santiago? ���pregunt�� Manuel.Sergio alz�� la cabeza hacia ��l.���S��, fui a un examen. Pero no vi a nadie.El hombre lo miraba con fijaci��n.���Estuve en el examen y luego sal�� un rato solo ���explic�� a continuaci��n���. Siempre salgo yo solo cuando no quedo con ��lex, porque es al ��nico que conozco. Tiene examen el lunes y no quiso salir. As�� que tom�� un par de copas y despu��s me volv�� a Cea. Pero no vi a nadie conocido.A cada frase, el chico alzaba los hombros, como si esa acci��n le otorgara una credibilidad que con sus palabras quiz�� no estuviese seguro de tener. Despu��s de pronunciar la ��ltima, repiti�� la operaci��n una vez m��s, de un modo m��s acentuado, y ese fue el final del improvisado interrogatorio.Manuel se dio la vuelta en busca de la puerta. Lina lo sigui�� y el chico a esta, en tercer lugar y a cierta distancia.Fuera del edificio y mientras se dirig��an calle arriba hacia el coche, el ambiente entre ellos se asemejaba al de un velatorio. Nadie pronunci�� una palabra hasta llevar un buen pu��ado de metros recorridos. El espeso silencio, tenso y cortante, lo rompi�� Lina tratando de acercar la situaci��n a una normalidad en la que ella cre��a menos que nadie.���Vicky dijo que llega a las cinco.���Entonces habr�� que comer algo ���sentenci�� Manuel.Despu��s se volvi�� hacia Sergio y le pregunt�� con un gesto si estaba de acuerdo. Un paso m��s atr��s, el chico lade�� la cabeza en se��al de indiferencia. Al cabo de unos segundos, la comitiva tom�� una calle lateral, dando por certificado el acuerdo.No tardaron en alcanzar la emblem��tica R��a da Ra����a, lugar frecuentado por turistas ��vidos de degustar la excelente gastronom��a gallega. No hubo discrepancias a la hora de elegir el restaurante. Manuel pos�� el pie en el primero que apareci�� ante sus ojos y Lina y Sergio se limitaron a seguirlo.Sentados en una mesa al lado del ventanal, la elecci��n del men�� fue r��pida, rutinaria, como si de un almuerzo de trabajo se tratara, aunque carente de puntos en la agenda que discutir. Sergio estaba esquivo, sin ganas de dar m��s explicaciones; Manuel, pensativo y nervioso; y para Lina, por su parte, tan solo exist��a Eva. Con la carta del restaurante en las manos, el hambre pareci�� abandonarlos. A pesar de ello, los tres pidieron un segundo plato y un caf��. Pero ese d��a, en aquella mesa no hubo primeros platos, ni postres, ni mucho menos sobremesa.Al acabar, recogieron el coche aparcado junto al cuartel y tomaron rumbo al aeropuerto para continuar la espera. Una espera silenciosa y que acab�� a las cinco de la tarde al tomar tierra el avi��n de Iberia procedente de Bilbao.A los pocos minutos, la figura de Vicky apareci�� por la puerta de llegadas portando una peque��a maleta de mano. Con tacones altos, vestida de manera elegante y con su larga melena morena, su estilizada figura no pasaba desaperciba entre los dem��s pasajeros. La chica llevaba la palabra dinero escrita en toda su imagen, pero dinero aprovechado hasta la ��ltima moneda, sin despilfarros. Un envoltorio de seda para un interior mucho m��s pragm��tico. Nada m��s verlos, Vicky se dio cuenta de que no hab��a buenas noticias. En aquel momento, su cara cambi�� y se acompas�� a la de sus padres. Durante el viaje hab��a albergado la esperanza de que todo hubiera sido un malentendido y Eva estuviera sana y salva esper��ndola en el aeropuerto con ellos. Es m��s, aunque ser��a incapaz de reconocerlo en p��blico, incluso se hab��a imaginado c��mo ser��a estar todos juntos celebr��ndolo y ri��ndose de la situaci��n. Durante el corto vuelo y con los ojos cerrados, hubiera ofrecido con agrado algunos a��os de su vida para que as�� sucediera. Pero fue tocar tierra y descubrir que el diablo no se hab��a prestado al trato.Al llegar hasta donde ellos estaban, el abrazo con su madre fue largo y emotivo, de una intensidad reveladora. Vicky fue la que primero se separ�� y, con m��s brevedad, reparti�� un nuevo abrazo a su padre y un beso para Sergio.Luego volvi�� a centrarse en su madre, agarr��ndose a su brazo.�����Se sabe algo nuevo? ���le pregunt�� casi al o��do.���Poco m��s y nada bueno ���contest�� Lina sin poder esconder su emoci��n.�����Pero ya hab��is hablado con la Guardia Civil de aqu��? ��Tienen esperanzas de encontrarla?Esta vez, Lina ya no contest�� y se limit�� a apretar m��s fuerte el brazo de su hija. Necesitaba algo de tiempo, el que les llev�� alcanzar el coche, para poner en orden todo lo que el inspector les hab��a dicho; y quiz�� tambi��n una buena dosis de fuerza, la que le inyectaba la cercan��a de su hija, para que las l��grimas no le impidiesen hablar. Con todo, narrar la situaci��n dentro del veh��culo no result�� una empresa f��cil y lo hizo volteada hacia atr��s, en donde viajaban Vicky y Sergio. Es posible que necesitara la complicidad extra que solo pueden adquirir las personas cuando se miran a los ojos al hablarse. Una confidencialidad entre madre e hija que se rompi�� de manera abrupta cuando Manuel intervino por sorpresa desde su posici��n:���La cuesti��n es que tu hermana se acost�� ayer con un t��o y a saber c��mo acab�� la cosa. Por eso estamos as�� ahora.Tras la sentencia del hombre, las dos se quedaron en silencio y fue este quien volvi�� a tomar la palabra:���Vicky, he pensado que va a ser mejor que t�� te quedes aqu�� en Santiago ���dijo mientras giraba hacia el aparcamiento���. As�� puedes estar en permanente contacto con la polic��a y, al mismo tiempo, nosotros no tendremos que desplazarnos tan a menudo para conocer c��mo va la investigaci��n.La chica balbuce�� desde su posici��n, todav��a con el relato de lo sucedido dominando su cabeza:���Bueno, a m�� no me importa. Eso como a vosotros os vaya mejor.Lina se recoloc�� en su asiento.���Yo quer��a quedarme aqu�� ���dijo hacia Manuel.�����Para qu��?���Necesito saber qu�� pasa ���insisti��.���Ya te lo ir�� diciendo Vicky por tel��fono.La mujer mir�� a su regazo como una ni��a a la que sus padres le niegan un caramelo.���No s�� si soportar�� estar en Cea sin saber lo que sucede en cada momento ���se quej�� pasado un instante.Manuel, que hab��a contestado a las dos primeras frases con sequedad, tras la ��ltima, con el coche parado y sin apagar todav��a el motor, busc�� los ojos de Lina para que su respuesta fuese una mirada fija, directa, y que amenazase con no tener medida ni final. No emiti�� palabra alguna, quiz�� porque sab��a que en esos momentos la expresi��n de sus ojos era mucho m��s contundente de lo que podr��a llegar a ser cualquier sonido.La mujer volvi�� a buscar refugio en su regazo, tratando de encontrar la manera de realizar un nuevo intento. Manuel se inclin�� a la derecha para apostillar su decisi��n en voz baja:�����Qu�� quieres, ser un estorbo para Vicky? Est��s mejor en Cea, que all�� no molestas a nadie.Despu��s, dio la vuelta a la llave y apag�� el motor, como si el ��ltimo chasquido del engranaje ejerciera de punto final perfecto a aquella discusi��n. A��n con un semblante serio, pero ya m��s relajado, pregunt�� hacia atr��s:���Vicky, a ti no te importa quedarte aqu��, ��verdad?Ajena a lo sucedido y con Sergio como convidado de piedra a su lado, la chica neg�� con la cabeza. Al segundo, tambi��n lo ratific�� con palabras:���No. Por m�� no hay problema.���Necesitar��s una habitaci��n ���apunt�� ��l.���S��, pero podemos entrar, me present��is y despu��s ya me encargo yo de buscar una por aqu�� cerca. A m�� seguro que me va a sobrar el tiempo.�����Seguro que no quieres que te ayudemos?���No, ya me apa��o yo.Lina, a estas alturas, hab��a desistido en el empe��o de acompa��ar a Vicky. Pens�� que no era el momento de entablar una discusi��n y, sin pelear a gritos su pretensi��n, no conseguir��a quedarse en Santiago. Y haci��ndolo, era probable que tampoco. Aunque necesitaba conocer de primera mano y cuanto antes cada avance en la investigaci��n, pens�� que tal vez su presencia s�� limitar��a los movimientos de Vicky. Ella, mejor que nadie, sab��a de la capacidad de trabajo de su hija y de su gran fortaleza y determinaci��n. Siempre hab��a echado de menos una mayor cercan��a en su car��cter, cierto, pero a la vez, admiraba la rectitud con la que se manejaba en situaciones dif��ciles. Sin duda, era la persona ideal para evitar que la investigaci��n decayera si la situaci��n se dilataba en el tiempo. Por eso, con el paso de los minutos, incluso acab�� por encontrarle un lado positivo a la decisi��n de Manuel.Dentro de la comisar��a, la visita apenas dur�� unos minutos. El inspector Montero los recibi�� de nuevo, esta vez en el pasillo, y les inform�� de las escasas novedades con las que contaban. Por un lado, el interrogatorio a los chicos se alargar��a hasta la ma��ana siguiente y, por otro, los dos guardias de seguridad con los que conviv��a Mario ya se hab��an presentado a declarar, tal y como hab��an prometido. Del resto, nada m��s.Sin duda, lo mejor de esta nueva visita fue la promesa del hombre de que, al d��a siguiente, les dar��an nuevos datos de manera oficial. Unos datos que ya se encargar��a de recibir Vicky. ��Ella ser�� la que est�� en permanente contacto con ustedes a partir de ahora��, hab��a dicho al inicio de la conversaci��n Manuel. Una decisi��n a la cual el inspector no puso objeciones.Una vez rematadas las gestiones, los cuatro visitantes se encaminaron por el pasillo hacia la salida. Frente a la puerta, el emotivo abrazo de despedida entre ellos se cort�� en el momento en que divisaron la presencia de un periodista en el exterior. Para su sorpresa, el hombre discut��a por el interfono con el polic��a que custodiaba la entrada, intentando conseguir informaci��n. Y aunque este no parec��a dispuesto a facilit��rsela, daba la sensaci��n de que la pugna pod��a demorarse durante un buen rato.Tras un breve momento de desconcierto entre ellos, Vicky abri�� la puerta acristalada y avanz�� unos pasos hacia afuera para coger al hombre del brazo y retirarlo hacia un costado, dejando la salida fuera del alcance de su visi��n. Una conversaci��n agradable, una sonrisa embaucadora y algunos datos de inter��s para ��l, pronunciados a escasos cent��metros de su cara, facilitaron la maniobra y consiguieron captar por completo la atenci��n del inc��modo visitante.A su espalda, Manuel sali�� primero; Lina, a continuaci��n; y Sergio, al final.Los tres avanzaron hasta el coche por separado y sin mirar atr��s. Lo ��ltimo que hubiesen querido era que aquel periodista pudiera identificarlos y verse obligados a enfrentarse a unas preguntas para las que, con toda probabilidad, todav��a no estuvieran preparados. No importaba, Vicky las responder��a por ellos. Estas y las que surgieran en d��as posteriores, porque en ese momento y sin que nadie lo hubiese planeado, la chica acababa de convertirse en la portavoz oficial de la familia.
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Published on January 03, 2017 01:05
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