Un poco de amor propio
Hoy quiero formalizar una decisión que tomé hace varias semanas, pero esta fecha es la mejor paradoja para comprometerse con ella. Y es que para poder sentirme a gusto con los demás, primero debo sentirme bien conmigo misma.
Voy a regalarme un poco de amor propio. No, no me llames egoísta, porque es un gran acto de generosidad.
Ningún hombre será capaz de satisfacer mis posibles complejos de inferioridad, porque si se juzga mi personalidad y el que pueda atraer a los demás, es en base a estereotipos de la sociedad que yo puedo elegir perfectamente si me afectan o no. No voy a dejarme llevar por cualquiera que, sin apenas conocerme, ya me piropea en exceso o se ofrece como un blasfemo Mesías, pues las apariencias son las que más engañan cuando encima las idealizo con mi imaginación, si es que me aún falta información importante. Tampoco debo "probar" con X o con Y, a ver si tengo la suerte de que me toca la lotería: jugar sin seguridad con el desconocido azar, precipita las posibilidades de estrellarse a lo kamikaze. Yo no haré de mamá o de reeducadora con un chico, porque no le volcaré mis carencias y será él quien tenga que cambiar sus imperfecciones si quiere. Si ya lo aborrecía de antes, ahora todavía más: en caso de estar con alguien románticamente, no me precipitaré a convivir con él (y menos, si no llevamos ni un año) porque estamos bien y mandarlo a paseo si nos va mal, o por anteponer mi independencia material utilizando a un hombre como medio y no su amor como fin. Sí: un noviazgo, y más el matrimonio, implican unos compromisos "in crescendo" que no se deben tomar a la ligera. ¿Y qué decir del impulso sexual? No me dejaré llevar por alguien que pretenda engatusarme por esa vía a la primera de cambio. No soy ninguna facilona, y mucho menos una superficial. La soltería es el periodo de meditar si seríamos capaces de asumir algo que no es solo un sentimiento cambiante, sino una decisión firme. Esto implica que, del mismo modo, tampoco pienso ceder a quienes aseguran al 100% que acabaré encontrando pareja (menos, si quienes me lo dicen son los felizmente emparejados), porque tampoco existen garantías de que pueda aparecer. Pero al menos, gracias al amor propio y al no depender de los demás, podría vivir mi hipotética soltería perpetua siendo feliz con lo que soy y lo que hago por mi cuenta. Si yo no le gusto a alguien sanamente como pareja, es sencillamente su problema.
Pero ojo: todo esto que quiero para mí, también lo deseo para ti en la misma cantidad. Tú eres de los que necesitan aprender tanto como yo.
Tú nunca has sentido por mí el existente amor a primera vista, solo la atracción física o el elogio hacia tu persona que posibilita tu interés inicial y constante en mí. Si encima me has buscado a mí porque estás hambriento de necesidades afectivas, como perfectamente lo podrías haber hecho con cualquier otra mujer que encaje con mis apariencias, es de lo peor que podrías haber hecho conmigo. La intensidad pasional desde el inicio no es sinónimo de calidad, durabilidad o de que podríamos acabar juntos. Todo lo contrario: el ofrecérmelo todo con una disponibilidad constante, te coloca automáticamente en la "friendzone". Si me ruegas mi amor, ofreciéndote como mi enésima opción por si me sigue yendo mal en el amor, nos humillaría mutuamente por no valorarnos adecuadamente. Pactar que nos emparejemos porque somos idénticos y buscamos lo mismo, como si nuestro afecto se pudiera adquirir por eBay o Amazon. Eso no es amor, sino conveniencia para satisfacer un vacío. Solo estarás listo para tener pareja cuando, al igual que yo, la quieras pero no la necesites. Será cuando por fin comprendas que tu atractivo está en lo que ofreces como individuo y vas abriendo con sencillez y el tiempo suficiente.
En este San Valentín, regalémonos mutuamente el amor propio que tantas veces es una insatisfecha necesidad primaria.
Voy a regalarme un poco de amor propio. No, no me llames egoísta, porque es un gran acto de generosidad.
Ningún hombre será capaz de satisfacer mis posibles complejos de inferioridad, porque si se juzga mi personalidad y el que pueda atraer a los demás, es en base a estereotipos de la sociedad que yo puedo elegir perfectamente si me afectan o no. No voy a dejarme llevar por cualquiera que, sin apenas conocerme, ya me piropea en exceso o se ofrece como un blasfemo Mesías, pues las apariencias son las que más engañan cuando encima las idealizo con mi imaginación, si es que me aún falta información importante. Tampoco debo "probar" con X o con Y, a ver si tengo la suerte de que me toca la lotería: jugar sin seguridad con el desconocido azar, precipita las posibilidades de estrellarse a lo kamikaze. Yo no haré de mamá o de reeducadora con un chico, porque no le volcaré mis carencias y será él quien tenga que cambiar sus imperfecciones si quiere. Si ya lo aborrecía de antes, ahora todavía más: en caso de estar con alguien románticamente, no me precipitaré a convivir con él (y menos, si no llevamos ni un año) porque estamos bien y mandarlo a paseo si nos va mal, o por anteponer mi independencia material utilizando a un hombre como medio y no su amor como fin. Sí: un noviazgo, y más el matrimonio, implican unos compromisos "in crescendo" que no se deben tomar a la ligera. ¿Y qué decir del impulso sexual? No me dejaré llevar por alguien que pretenda engatusarme por esa vía a la primera de cambio. No soy ninguna facilona, y mucho menos una superficial. La soltería es el periodo de meditar si seríamos capaces de asumir algo que no es solo un sentimiento cambiante, sino una decisión firme. Esto implica que, del mismo modo, tampoco pienso ceder a quienes aseguran al 100% que acabaré encontrando pareja (menos, si quienes me lo dicen son los felizmente emparejados), porque tampoco existen garantías de que pueda aparecer. Pero al menos, gracias al amor propio y al no depender de los demás, podría vivir mi hipotética soltería perpetua siendo feliz con lo que soy y lo que hago por mi cuenta. Si yo no le gusto a alguien sanamente como pareja, es sencillamente su problema.
Pero ojo: todo esto que quiero para mí, también lo deseo para ti en la misma cantidad. Tú eres de los que necesitan aprender tanto como yo.
Tú nunca has sentido por mí el existente amor a primera vista, solo la atracción física o el elogio hacia tu persona que posibilita tu interés inicial y constante en mí. Si encima me has buscado a mí porque estás hambriento de necesidades afectivas, como perfectamente lo podrías haber hecho con cualquier otra mujer que encaje con mis apariencias, es de lo peor que podrías haber hecho conmigo. La intensidad pasional desde el inicio no es sinónimo de calidad, durabilidad o de que podríamos acabar juntos. Todo lo contrario: el ofrecérmelo todo con una disponibilidad constante, te coloca automáticamente en la "friendzone". Si me ruegas mi amor, ofreciéndote como mi enésima opción por si me sigue yendo mal en el amor, nos humillaría mutuamente por no valorarnos adecuadamente. Pactar que nos emparejemos porque somos idénticos y buscamos lo mismo, como si nuestro afecto se pudiera adquirir por eBay o Amazon. Eso no es amor, sino conveniencia para satisfacer un vacío. Solo estarás listo para tener pareja cuando, al igual que yo, la quieras pero no la necesites. Será cuando por fin comprendas que tu atractivo está en lo que ofreces como individuo y vas abriendo con sencillez y el tiempo suficiente.
En este San Valentín, regalémonos mutuamente el amor propio que tantas veces es una insatisfecha necesidad primaria.
Published on February 14, 2022 14:31
No comments have been added yet.
Un Alma Libre De Mente Inquieta
Reflexiones introspectivas y personales de la escritora Irene Maciá.
- Irene Maciá's profile
- 77 followers
