Dale una vuelta de tuerca
¿Cuántas veces nos ha pasado que hemos tomado una decisión aparentemente equivocada (o por lo menos, vista a corto plazo) que luego nos reconcome por si, de haberlo pensado mejor, las cosas hubieran fluido de otra manera? ¿Y cuando nos lanzamos a salir de nuestra zona de confort, probando nuevos lugares o actividades, y nos hemos aterrado ante novedades tan imprevisibles que nos costaba hacerles frente?
Soy muy dada a rumiar, casi compulsivamente, en aquello de "lo que pudo ser y no fue"; en lo que hubiera pasado si en vez de tomar X determinación, hubiese recurrido a Y para que la situación estuviera mejor de lo que la estoy viviendo ahora, especialmente si tengo el presentimiento de que que el rumbo no ha ido exactamente como yo había supuesto.
Es entonces cuando me consuelo de la mano del genial Albert Espinosa y uno de los mejores consejos que él ha dado en toda su obra: el 75% de lo que somos ahora, lo conforman las decisiones que tomamos en el pasado. Ya sea porque a lo mejor estudiaste una carrera a la que ahora no le encuentras salidas laborales o porque emprendiste una relación sentimental que acabó truncada (eres libre de insertar cualquier otra índole), las reacciones inmediatas suelen ser de desánimo. Si sentimos que nos ahogamos por los frutos de nuestras elecciones, ¿qué es lo que nos queda?
Ahí fue, inspirándome en "El mundo amarillo" de Albert Espinosa, cuando nació una de mis actuales y básicas filosofías de vida: dale una vuelta de tuerca radical a tus circunstancias. O como también me explicaron ciertas personas maravillosas que he llegado a conocer, que hiciera una virtud de mis fallos. Otro provecho extra de este principio, es la adquisición de responsabilidad, madurez y paciencia.
Las cavilaciones por las decisiones siempre han sido una constante en mi cabeza desde que existo, fuera en el área que fuera. Pero al llegar a cierta edad, tienes que ser fuerte porque no te queda otro remedio. Te sobrepones por mucho que la voluntad no esté por la labor, como un últimatum a contrarreloj por hallar soluciones al presunto error. En una de esas circunstancias en las que salí de mi zona de confort, pero con el peso de mi dignidad por otro lado, determiné que debía "apechugar", siendo además algo en lo que yo misma me había metido por "emperrarme". Después de un periodo en el que me tragué el sentimentalismo del corazón al sustituirlo por el raciocinio de la cabeza, transformé mis precipitaciones en oportunidades para y agudizar mi adormilado ingenio. Así fue cómo comprendí por qué no obtenía mis resultados inmediatamente: quizás mis necesidades instintivas, no me hubieran hecho crecer personalmente como al final lo hice. Más aún: si hubiera salido corriendo a la primera, me hubiera perdido las maravillas que me esperaban caminando en las manzanas del final de la calle.
¿Sientes que has cometido un error garrafal? Tómalo como recordatorio y advertencia para no repetirlo nunca más, así como para ayudar a otros. ¿Tu decisión te ha llevado por unos derroteros no pensados, pero que te han regalado unos beneficios diferentes? Acéptalos como un regalo, porque quizás la Divina Providencia tenía preparado algo mejor de lo que tanto exigías.
Soy muy dada a rumiar, casi compulsivamente, en aquello de "lo que pudo ser y no fue"; en lo que hubiera pasado si en vez de tomar X determinación, hubiese recurrido a Y para que la situación estuviera mejor de lo que la estoy viviendo ahora, especialmente si tengo el presentimiento de que que el rumbo no ha ido exactamente como yo había supuesto.
Es entonces cuando me consuelo de la mano del genial Albert Espinosa y uno de los mejores consejos que él ha dado en toda su obra: el 75% de lo que somos ahora, lo conforman las decisiones que tomamos en el pasado. Ya sea porque a lo mejor estudiaste una carrera a la que ahora no le encuentras salidas laborales o porque emprendiste una relación sentimental que acabó truncada (eres libre de insertar cualquier otra índole), las reacciones inmediatas suelen ser de desánimo. Si sentimos que nos ahogamos por los frutos de nuestras elecciones, ¿qué es lo que nos queda?
Ahí fue, inspirándome en "El mundo amarillo" de Albert Espinosa, cuando nació una de mis actuales y básicas filosofías de vida: dale una vuelta de tuerca radical a tus circunstancias. O como también me explicaron ciertas personas maravillosas que he llegado a conocer, que hiciera una virtud de mis fallos. Otro provecho extra de este principio, es la adquisición de responsabilidad, madurez y paciencia.
Las cavilaciones por las decisiones siempre han sido una constante en mi cabeza desde que existo, fuera en el área que fuera. Pero al llegar a cierta edad, tienes que ser fuerte porque no te queda otro remedio. Te sobrepones por mucho que la voluntad no esté por la labor, como un últimatum a contrarreloj por hallar soluciones al presunto error. En una de esas circunstancias en las que salí de mi zona de confort, pero con el peso de mi dignidad por otro lado, determiné que debía "apechugar", siendo además algo en lo que yo misma me había metido por "emperrarme". Después de un periodo en el que me tragué el sentimentalismo del corazón al sustituirlo por el raciocinio de la cabeza, transformé mis precipitaciones en oportunidades para y agudizar mi adormilado ingenio. Así fue cómo comprendí por qué no obtenía mis resultados inmediatamente: quizás mis necesidades instintivas, no me hubieran hecho crecer personalmente como al final lo hice. Más aún: si hubiera salido corriendo a la primera, me hubiera perdido las maravillas que me esperaban caminando en las manzanas del final de la calle.
¿Sientes que has cometido un error garrafal? Tómalo como recordatorio y advertencia para no repetirlo nunca más, así como para ayudar a otros. ¿Tu decisión te ha llevado por unos derroteros no pensados, pero que te han regalado unos beneficios diferentes? Acéptalos como un regalo, porque quizás la Divina Providencia tenía preparado algo mejor de lo que tanto exigías.
Published on March 31, 2022 11:35
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Un Alma Libre De Mente Inquieta
Reflexiones introspectivas y personales de la escritora Irene Maciá.
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Recuerda lo que le dijo Aslan a Lucy en "El viaje del Navegante del Alba": Niña, ¿no te expliqué una vez que a nadie se le dice "lo que habría pasado"?