Menudo carrerón que te has pegado en todos estos meses.
Desde que se encendió tu llama en el Monte Olimpo y te la prendieron en tu antorcha, has mantenido el fuego a un ritmo en constante movimiento. No importaba que fuese por agua, tierra o aire. Lo importante era el esplendor de los cuatro elementos, como tanto pregonaba Aristóteles. Un esfuerzo olímpico, de titanes.
Algo así, no lo logra cualquiera, independiente de en qué parte y modo te toque. Sin embargo, cuando ya has hecho un trabajazo increíble para conseguir tu antorcha llegue al final del recorrido sin apagarse, o de al menos tu tramo, ya debes empezar a sentirte más que satisfecho. Sobrepasar unos límites maratonianos cuando ya has dado todo lo mejor de ti en ese momento, puede echarlo todo a perder en lugar de mejorarlo. Es lo que en teatro conocemos como "romper la máquina".
Puedes estar tranquila: el pebetero de Montjuic jamás se moverá de tu destino, y por lo que me has demostrado con creces, sabes proteger tu llama hasta con tu vida, con tal de que ésta conserve toda su magia intacta. Llegarás allí con la velocidad y puntería certera de una flecha, levantarás tu bandera sin avergonzarte de ella y hasta te quedarán ganas de subirte a la cima de un castillo humano sin temor a caerte.
Hasta Dios descansó el séptimo día tras comprobar que todo lo que había creado era bueno. Tú no ibas a ser menos, sabiendo que estás hecha a Su imagen y semejanza. Ahora es el momento de tomarte un respiro y de recargar pilas para la próxima travesía o competición, para que sea entonces cuando lo hagas igual de fenomenal, o incluso mejor. No te preocupes: tarde tu meta de medallero lo que tenga que tardar, no dudes de que a tu entrada sonarán a verano las voces líricas de una festiva y majestuosa Barcelona que alguna vez conocimos.
Repón tus fuerzas sin apresurarte en adelantarlas, porque así será tu gloria mejor pulida.
Published on July 26, 2022 13:03
t.me/XSempre31